Un elevado a gritos en el cruce del Coco Bongo

El cruce del Coco Bongo en Bávaro es uno de los puntos más transitados del país y en horas picos se convierte en el principal tapón de la red de carreteras de RD.

Ese cruce que hace esquina con el Downtown y que conduce a la zona hotelera más densa del destino de la zona Este es un caos para los conductores.

Téngase en cuenta que es el camino hacia los hoteles de Barceló, Meliá, Palladium, Costa Bávaro, Secrets y tantos otros de mayor o menor tamaño, así como de múltiples apartamentos.

El mismo Downtown y su anexa plaza San Juan concentra a una considerable oferta de viviendas, tiendas y oficinas, además de un hotel y un parque acuático.

En momentos puntuales, el tapón supera a los de la 27 de febrero capitalina. Un caos sin caer en la exageración y un daño enorme para el turismo del país.

Para que el lector se haga una idea de la situación: el sábado pasado (sobre las 12) tardamos 1 hora y 12 minutos en llegar desde el aeropuerto de Punta Cana al hotel Hard Rock.

Al principio nos encontramos con una retención en el cruce de Verón por la construcción del elevado, pero fue nada más pasar el de Cabeza de Toro cuando se formó el kilométrico tapón.

Fue caótica la experiencia porque los conductores adelantaban sus carros, guaguas e incluso los camiones por el lado inclinado que divide las vías en uno y otro sentido.

Será aún más caótico e intransitable cuando se abran los hoteles y apartamentos proyectados en la zona de playa y en el Downtown y Plaza San Juan.

Hace falta ahí de manera urgente la construcción de un elevado, lo haga el Gobierno o lo pongan en marcha los inversores con poder adquisitivo que operan en la zona.

A gritos se pide la construcción de ese elevado antes de que el caos circulatorio sea mayor y siga dañando de forma letal al principal polo turístico.

El Grupo Puntacana ya ha financiado el elevado del cruce de Verón, y sus colegas deberían hacer lo mismo con el del Coco Bongo, cada uno en función de su potencial económico.

Lamentablemente nadie da el paso, nadie propone una reunión para abordar tan gravísima situación, en otra prueba más de desunión ante la desidia gubernamental.

Sin buenas carreteras y con enormes tapones no hay paraíso.